miércoles, 9 de mayo de 2018

Ya basata de soñar

Ya basta de soñar
no tengo más que hurgar.
Ya te busqué mucho tiempo
en el mar, el campo
el desierto y La ciudad.

La brújula se rompió
y a tientas debo ir
por la niebla de la duda
que tiñe mi corazón.

A veces me siento cansado,
pero siempre me levanto.
En cada estación del año
la flor me sabe hablar.

A cada pétalo que cae
otro brote le renace
con nuevas esperanzas
de poderte encontrar.

El tiempo sigue pasando,
y por segunda vez te escribo.
Las puertas continúo abriendo
sin saber en dónde estás.

Cómo aquella vez te dije:
sé que esa última puerta existe
y juntos estaremos …
…Hasta toda la eternidad… 

Miguel A. Padilla


LA ÚLTIMA PUERTA


Miguel A. Padilla

LA MAGIA DE LOS SUEÑOS


Una noche, un zumbido molesto despertó a Merceditas. Casi dormida, casi despierta, creyó que era un mosquito que rondaba por la choza, pero al abrir bien los ojos, pudo ver que no era ningún mosquito. Era una luciérnaga que insistía en que se despertara.
-          Merceditas tiene que despertarse. Merceditas tiene que despertarse – insistía la luciérnaga.
-          Guazú. ¿Cómo andás tanto tiempo? ¿Qué te pasa?
-          Pronto Merceditas. Tenés que hacer algo. Desapareció el unicornio Calu. Todo el bosque está triste y preocupado.
-          No puede ser – dijo la pequeña – ya mismo vamos a buscarlo. En algún lado tiene que estar.
Rápidamente salió de su choza, colocó la manta mágica que le había dado la hechicera Cata a su yegua Maica y volando se fueron hacia el bosque. Durante horas sobrevolaron el lugar, pero nada supieron del unicornio. A Merceditas se le ocurrió visitar a Cata y preguntarle si lo había visto, pero la tejedora le dijo que nada sabía de él. “Quizás el dragón Pablo sabe algo. Tendré que ir a la cueva del dragón”, pensó Merceditas. Y hacia allí fue.
La niña se sorprendió al ver que el arroyo estaba seco. Alrededor de la isla en la que descansaba el dragón Pablo, en lugar de haber agua, sólo había piedras y arena. Como siempre, Pablo estaba recostado con sus ojos dorados abiertos de par en par. El dragón levantó su cabeza al ver llegar a la niña montada en su yegua.
-          Hola Merceditas. Que gusto verte.
-          Hola Pablo. Vengo a hacerte una pregunta.
-          Decime.
-          ¿Conocés al unicornio Calu?
-          Claro que sí. Él es muy famoso.
-          No podemos encontrarlo por ningún lado y desde que desapreció, el bosque está triste y oscuro.
-          Quizás sea por eso que no hay más agua en mi cueva. – dijo preocupado el dragón. – quisiera ayudarte a buscarlo, pero no puedo. Estoy encadenado a esta isla. – Pablo levantó su pata izquierda trasera mostrando una cadena dorada con un gran candado la sujetaba al suelo de la isla.
-          ¿Quién te encadenó así? – preguntó Guzú.
-          El Guardián de los sueños. Creyó que mi aspecto asustaba mucho a los chicos mientras dormían y para que no aparezca en sus sueños, me sujetó a la isla con este candado.
-          Si hay un candado, hay una llave. – dijo Merceditas.
-          Así es – respondió el dragón.
-          ¿Y dónde está?
-          Debajo de la almohada de dos hermanos soñadores: Lucas y Cata.
-          Tenemos que preguntarles si nos la pueden dar. – dijo Guazú.
-          Es verdad – afrimó Merceditas. – Preguntémosles.
-          Dale – dijeron a la vez Guazú y el dragón.
Así, Merceditas, la luciérnaga Guazú y el dragón Pablo gritaron muy muy fuerte, todos juntos la siguiente pregunta:
¿LUCAS Y CATA, NOS DAN LA LLAVE DEL CANDADO PARA LIBERAR Al DRAGÓN PABLO ASÍ NOS AYUDA A BUSCAR AL UNICORNIO CALU?
(¿Cuál será su respuesta?)


Por suerte, a Merceditas y sus amigos les llegó la ayuda de Lucas y Cata desde el otro lado de los sueños: la llave apareció a los pies de la niña. 
-          Gracias chicos – agradeció Merceditas.
Rápidamente abrió el candado y liberó a Pablo. El dragón estiró sus patas y sus alas. Hacía mucho tiempo que no lo hacía.
-          Ahora sí – gritó Pablo. – es hora de ir a buscar a Calu. Síganme – ordenó desplegando sus alas y elevándose al cielo. Guazu y Merceditas montada en su yegua lo siguieron.
El dragón voló y voló bien alto hasta atravesar una nube y desaparecer. Merceditas, hizo lo mismo y también entró a la nube. Por unos momentos no vio nada más que niebla a su alrededor. Pero de a poco se fue disipando y pudo ver en dónde se hallaba: estaba en una habitación de niños. Había dos camas, una sobre la otra y en cada una dormían Lucas y Cata.
-          Ya nos ayudaron antes. Seguramente nos van a poder ayudar ahora a encontrar al unicornio – le dijo el dragón a Merceditas.
Al escuchar la voz de Pablo, Lucas se despertó y pegó un fuerte grito. Estaba sorprendido por ver a los personajes de sus sueños en la habitación. Cata despertó por el grito de su hermano y pegó un grito más fuerte al ver a todos junto a su cama.
-          Tranquilos – les dijo Merceditas – Vinimos a pedir ayuda. En el país de los sueños no hallamos al unicornio. Por ahí ustedes pueden ayudarnos a encontrarlo por acá.
-          Seguramente yo pueda – dijo Lucas levantándose de la cama – Pero, no sé si Cata va a poder.
-          ¿Por qué? – preguntó Guazu.
-          Porque es muy chiquita.
-          Pero yo puedo ayudar – dijo Cata enojada.
-          Yo no tengo dudas de que sí – afirmó el dragón – Si bien sos una niña, sé que adentro tuyo sos muy grande, fuerte e inteligente.
A Cata se le iluminaros los ojos.
-          Claro que sí – dijo sonriente saltando de la cama. – Y yo creo que sé dónde podemos encontrarlo.
-          ¿DONDEEEEEEEEEEEEÉ? – gritaron todos.
-          En un libro que vi en mi sala del jardín hay un unicornio. Creo que es Calu.
-          Tenemos que ir a verlo – dijo Guazu.
-          No es mala idea – afirmó el dragón. - Chicos, súbanse a mi lomo y guíennos al jardín.
Lucas y Cata montaron al dragón y todos salieron volando por la ventana de la habitación. Surcaron el cielo estrellado hasta que Cata reconoció su jardín de infantes.
-          Es allá – señaló la niña.
Haciendo círculos en el aire, el dragón descendió y se posó sobre el techo del jardín. Todos entraron a la sala de Cata por la ventana. La niña se digirió a la biblioteca y tomó un libro que muy colorido.
-          Es este – dijo dándoselo a Merceditas. Ella lo puso en el piso, lo abrió y comenzó a dar vueltas las hojas. Bajo la luz que brindaba Guazu, todos miraron muy atentos los dibujos que aparecían en aquellas páginas. Vieron retratos de muchos animales mágicos hasta que Lucas gritó:
-          ¡Ahí está! – finalmente habían encontrado la figura del unicornio. Calu estaba dibujado sobre un prado de rosas.
-          Sí, es Calu – dijo Guazu.
-          ¡Caluuuuuuuuuu! – gritó Merceditas.
Sorprendentemente, el dibujo del unicornio que estaba en el libro levantó su cabeza para mirar a sus amigos.
-          ¿Cómo llegaste a meterte en el libro? – le preguntó – te buscamos por todos lados y no te encontrábamos.
-          No lo sé – respondió el unicornio – Hace unos días, una nube oscura bajó del cielo. Me envolvió y cuando se fue, aparecí acá.
-          Tenemos que sacarte de ahí – dijo Lucas.
-          Pero ¿cómo? – preguntó Guazu.
-          Con magia – dijo el dragón.
-          ¿Pero qué tipo de magia? – preguntó Merceditas.
-          No lo sé. – respondió en voz baja – La verdad que no lo sé.
Los amigos se quedaron pensado cómo poder rescatar al unicornio de aquel libro. Pero no se estaban dando cuenta que algo hacía la yegua Maica: con su hocico se había quitado la manta hecha por la tejedora hechicera y con los dientes, muy despacito, le sacó un hilo dorado que puso al costado del libro.
-          Miren lo que hizo Maica – señaló Cata.
-          Creo que nos está ayudando a resolver esto – se alegró Guazu.
-          Ya sé cuál es su idea – dijo Lucas – Ese hilo tiene magia por ser parte de la manta.
El niño tomó el hilo por un extremo y colocó la otra punta sobre el dibujo de Calu. Mágicamente, esa punta se transformó en parte del dibujo y se estiró y se estiró hasta llegar a dónde estaba el unicornio.
-          Que buena idea – dijo Merceditas – Calu, tenés que tocar la cuerda. A ver qué pasa.
El unicornio rozó la punta del hilo dorado con la de su cuerno mágico. En ese mismo instante el libro estalló en miles de fuegos artificiales. Los amigos cayeron al piso enceguecidos por las luces. Junto a ellos apareció Calu, recién salido del libro de cuentos. Todos gritaron de contentos y se abrazaban hasta que Lucas interrumpió los festejos:
-          Basta. Casi está amaneciendo. Tenemos que volver. Si mi papá no nos encuentra en la cama, nos va a matar.
-          Es cierto – afirmó Cata – por favor, llévennos de regreso.
Esta vez los niños montaron sobre del unicornio y al galope los llevó a su casa. Cata y Lucas entraron por la ventana sin hacer mucho ruido. Se despidieron de todos y se metieron rápidamente a la cama. Apenas apoyaron la cabeza en la almohada, se quedaron dormidos y acompañaron así a sus amigos en el largo camino de regreso al país de los sueños.
FIN

Miguel A. Padilla

Entra la luz.

Entra la luz. Cuando los ojos de un caballo se abren ante mí su alma se revela y su respirar acompasa mi corazón. No quiero irme de su ...