martes, 20 de febrero de 2018

Guayra igual que el viento


Guayra igual que el viento

Ya mucho tiempo pasó
y por fin pude bautizarte:
Guayra te nombré
como el viento de la tarde.
Ya conozco tus emociones,
tus costumbres y caprichos.
Soy el único que sabe leer en tu cara
tus enojos y sonrisas.
Aprendimos a ser amigos:
a comunicarnos y respetarnos.
Si te voy a ponerte el bozal
entendiendo agachas el hocico.
Cada vez que te monto
y trotamos por el campo
en cada centímetro de mi cuerpo
siento la conexión que tenemos.
Guayra, mi querida yegua
sabés lo mucho que te quiero.
Seguimos recorriendo el camino
siendo los dos uno en el viento.

Miguel A. Padilla

Tu huella en mi camino



No me voy a olvidar
de ese día tan especial,
apenas nos conocimos
viniste corriendo hacia mí.
Con mis brazos te rodeé
y nunca más te solté.
Avanzamos siempre juntos,
escalón por escalón,
con nuevos desafíos,
crecimos uno siendo dos.
Hoy caminamos por la calle
disfrutando la ciudad
entre la muchedumbre
nos gusta mucho pasear.
Cuando me siento un rato a mirarte
pienso en todo lo que me ayudaste,
atenta a lo que hago
siempre alegre y sonriente
Gracias por ser parte de mi vida
y por tanta compañía,
por tu huella en mi camino
que jamás se borrará.

Miguel A. Padilla

Para amiga mi olivia


Para amiga mi olivia

Llamado acudes corriendo
Creaste lazos conmigo,
sos mi fiel e inseparable amiga
A mi llamado acudes corriendo
sé que siempre cuento contigo.
Adivinas en silencio
cada uno de mis momentos.
Cuando lloro, cuando río
tú sabes bien lo que siento.
Aún sin verme venir,
sabes que estoy por llegar
Y apenas abro la puerta
con un truco me saludas.
Y no te importa si te ignoro
o si no me doy cuenta que estás.
En las buenas y en las malas
tú siempre me acompañas
En ocasiones pareciera que me contemplas
cuando percibo que fijamente me observas
y en esa dulce y cercana mirada
tu amor invade mi alma.

Miguel A. Padilla

“Mi negro Sancho”



“Mi negro Sancho”

Cuando de lejos te llamo
atento acudes corriendo
y detrás de la tranquera
que la abra, esperas contento.
Largos paseos damos
disfrutando de las tardes de campo.
Yo tomando tus riendas,
tú galopando a mi lado.
Me cargas con cariño,
me llevas a donde quiero;
esperas mis caricias
sin mostrar desespero.
Tu cuerpo vibra completo
cuando toco tu suave pelo.
Sabes lo que te quiero,
mi noble y fiel compañero.
Lo observas en mis ojos,
lo sientes en mis manos,
tu cuerpo y el mío son
un solo elemento andando.
De noche desapareces
con la oscuridad del ocaso.
Solo se ven tus ojos,
de felicidad brillando.
Te despido, con un abrazo
y apoyando tu cabeza en mi hombro,
me respondes con un relincho,
mi negro y querido Sancho.

Miguel A. Padilla

viernes, 16 de febrero de 2018

Shunko, el pequeño gran caballo



Shunko, el pequeño gran caballo

Cuando lo visito
el me escucha llegar.
Ya conozco su relincho,
todo comienza a vibrar.
Al ir pasando los meses
se fue haciendo más fuerte;
ahora es todo un caballo
que reluce bajo el sol.
Cabalga por el campo,
intrépido y bravío,
con toda la energía
que sólo él puede tener.
Yunko, mi querido amigo,
potro de campo oscuro,
a la tarde desapareces
y no sé a dónde vas.
Sueño con poder montarte
y perdernos en el horizonte,
para al infinito cabalgar
llevados por el viento norte.
Y si miro para atrás
vislumbro a Sancho y Guaira
que nos siguen bien de cerca
con su fuerte galopar.
Y al final de nuestro camino
bajo el abrigo de un sauce
nos confundimos con las estrellas
que nos quisieron acompañar.
Yunko, mi querido Yunko,
siempre te voy a amar.

Miguel A. Padilla

Me llegó una respuesta


Me llegó una respuesta
Mientras paseaba a mi yegua,
a la tarde por el campo,
me pregunté si algún día
conoceré el lugar donde viva.
Y en medio de tanto verde,
la respuesta llegó por sorpresa:
“No hay otro lugar cómo este
en el que quiera continuar mi vida”.
Me veo en un futuro
inundado de energía
bajo el canto de los gorriones
los chingolos y los grillos
Ahora puedo decir
que una lección me ha dado la vida:
no debo dejar de hacer
lo que el corazón me diga.
(Esta poesía la escribí inspirado en lo vivido con una persona muy especial. Mil gracias)

Miguel A. Padilla

Entra la luz.

Entra la luz. Cuando los ojos de un caballo se abren ante mí su alma se revela y su respirar acompasa mi corazón. No quiero irme de su ...